top of page

¿CÓMO ENFRENTAR LA PANDEMIA?


La noticia se esparció, los noticieros de televisión, la radio, las redes sociales y los periódicos, nos hacían saber, que allá, en la lejana China, en la localidad de Wuhan, a miles de kilómetros de mi país (México), se habían presentado algunos casos de personas infectadas por una “nueva cepa” de coronavirus, que posiblemente le habían transmitido los “murciélagos” a los seres humanos, que además era muy peligroso y no existía medicamento específico para combatirlo.


Como los Tsunamis, la noticia fue esparciéndose a nivel mundial; era fin de diciembre del 2019 y ya en los primeros días del año 2020 la humanidad enfrentó la alarmante realidad. Efectivamente, allá, lejos, en la China, iniciaba el brote de una epidemia, que pronto, más pronto de lo que pensamos, sus consecuencias empezaron a reportarse en nuestro país y en otras partes del mundo.

“El nuevo virus puede ser muy peligroso, se esparce a gran velocidad…deben tomarse medidas sanitarias urgentes”, aconsejó la Organización Mundial de la Salud. Y así, los gobiernos de todas las naciones anunciaron estrategias que creyeron serían efectivas… ¡No salgan de sus casas!…¡Las escuelas permanecerán cerradas!… ¡Los eventos masivos se suspenden!…¡Hay que guardar sana distancia!…¡Hay que acondicionar hospitales!… Estas, y muchas medidas más.


Los días transcurrieron, el miedo y el descontrol nos invadió…había un enemigo que podía ser muy peligroso allá afuera, ahora quizá a pocos metros (no en otro continente), estaba en nuestras ciudades, era invisible, (sólo con microscopio lo puedes identificar) y sin embargo ¡te podía matar!


Y de súbito, ya no era aconsejable abandonar las fronteras de tu propio domicilio, ni siquiera visitar a tus seres queridos que vivieran en otra zona de la cuidad… Y así empezó todo…ya hace casi un año, cuando una persona, el llamado paciente Cero, se infectó, allá, en la lejana China, para dejar un conteo al día de hoy de más de 103,000 muertos en México, más de 250,000 en Estados Unidos (la nación más poderosa de la tierra), y poco más de 1,300,000 defunciones a nivel global.

La economía mundial ha sufrido graves estragos, miles de empresas han tenido que cerrar provocando un desempleo inmenso, siguen infectándose miles de personas cada día, y la única esperanza es que los científicos, las grandes compañías farmacéuticas, encuentren pronto una vacuna, un medicamento, que logre detener la calamidad.


Muchos seguimos en confinamiento, la edad nos vuelve más vulnerables; otros han tenido que afrontar sus actividades en el exterior, pues si no lo hacen, el hambre los mata, aunque se salven del virus.

La situación nos lleva a tratar de resolver dilemas: ¿La economía o la salud?


¿Qué debo hacer?... ¿Qué puedo esperar?... ¿Qué es el hombre frente a esta pandemia?... Estas interrogantes, provocadas por la “situación límite” que enfrentamos, me llevaron a reflexionar sobre qué es lo verdaderamente valioso para un ser humano… Medité sobre mi escala de valores y recordé que las interrogantes que yo me formulaba, eran idénticas a las que el gran Immanuel Kant se formuló hace más de dos siglos, y que en otro contexto y con un objetivo más elevado, pretendió responder con su propio método filosófico, y sin embargo en el fondo, eran las mismas dudas que nos aquejan a los hombres desde hace muchos siglos.

Efectivamente, la pandemia nos obligó a enfrentar la cruda realidad de nuestra gran fragilidad, de nuestra impotencia ante fenómenos de la naturaleza que nos embate, y a reconsiderar nuestra escala de valores bajo las cuales hemos vivido hasta la fecha.


¿Acaso, alguien podría pensar que existe un bien, un valor, más importante que la vida misma? Me cuestioné…


Max Scheler, el filósofo alemán, en su teoría de los valores, no contradice mi afirmación, la amplía, pues sostuvo que la realización plena del hombre, depende de la integración de otros adicionales valores en la vida individual y social, según la particular vocación de cada uno. Así, surgen los valores denominados de “nivel más alto”, los trascendentales como el Bien, la Verdad, la Justicia y el AMOR.


Y una nueva interrogante me surgió… ¿Alguno o algunos de los valores señalados podría ayudarnos a enfrentar con mayor eficacia y ecuanimidad la pandemia?


¿O acaso, enfrentarla (como aconsejaron los Estoicos: Séneca o el propio emperador Marco Aurelio) “aceptando con entereza lo que está más allá de nuestra voluntad”, sería la opción?... ¿Pero es suficiente… o se requiere mucho más?

Pensé primero en el valor más elevado: el amor… sí, el amor, pero… ¿qué es el amor? Y en este caso en particular ¿cómo nos ayudaría el amor a enfrentar la pandemia?

Analicemos desde un principio… Desde la óptica psicológica, se afirma que el amor es un conjunto de comportamientos y actitudes incondicionales y desinteresadas, que se manifiestan entre seres capaces de desarrollar inteligencia emocional. Y no sólo está reservado al género humano, sino también a aquellos seres que puedan desarrollar nexos emocionales con otros, como los delfines, perros, caballos, etc.


Por su parte la biología, sostiene que lo que a veces se llama “amor” parece ser un medio para la supervivencia de los individuos y de la especie. Si la supervivencia es el fin biológico más importante, es lógico que la especie humana le confiera al amor, un sentido elevado y trascendente.


En el contexto filosófico, el amor ha recibido tantas definiciones … pero quizá la más aceptada es la que lo define como una virtud que representa todo el afecto, la bondad y la compasión del ser humano. Por lo anterior, es común identificar el término “amor” con una de sus manifestaciones más habituales; me refiero al llamado “Eros” (como lo llamaban los griegos): una relación sentimental entre dos personas, con importante influencia en sus relaciones interpersonales y sexuales. Sin embargo, el término también puede aplicarse a otras relaciones diferentes, tales como el amor familiar (con manifestaciones de profunda trascendencia vital como el amor a los padres y muy especialmente el amor a los hijos; a este tipo de amor, se referían también los griegos con el término “Ágape”).


En un plano más elevado, se habla del amor a Dios, a la naturaleza. Así, en las religiones monoteístas como el Cristianismo, el Judaísmo o el Islam, el amor verdadero y trascendente, es un atributo de Dios. Pareciera que un denominador común de todas estas manifestaciones del amor, lo encontramos en aquello que provoca placer o felicidad a quien realiza la acción de amar.


Pero con estas menciones ¿ya se entiende lo que es o en lo que consiste el amor?


Sinceramente lo dudo, pues dependiendo del ángulo o enfoque científico, filosófico, o religioso que se tenga, se obtendrán múltiples definiciones. Veamos: algunos pensadores en su intento de comprender la esencia del amor, han sostenido que: “El amor es un "no sé qué", que viene de "no sé de dónde" y acaba "no sé cómo"…

Otros con sentido más romántico han dicho: “El amor es tan bello como una estrella, pero tan difícil de conquistar como a una de ellas”.


En contraste, alguien dijo: ¡El amor agudiza todos los sentidos, menos el sentido común!

Por su parte, la Madre Teresa de Calcuta, en un plano más elevado afirmó: “Ama hasta que te duela. Si te duele es buena señal. ¡La falta de amor es la mayor pobreza!”.

En fin, innumerables han sido los intentos por definir al amor sin que exista un consenso al respecto, por la sencilla razón de que como ya dije antes, habrá tantas definiciones según sean los ángulos desde los que se enfoque dicho sentimiento-valor.


Algunos de ustedes se preguntarán si en el fondo será necesaria una “definición” para comprender al amor… o simplemente la respuesta se encuentra al vivirlo, sentirlo y compartirlo (sin necesidad de definirlo).

Una corriente científica reciente (estudios realizados por neurólogos norteamericanos), afirma que el amor no se registra como un sentimiento (como el odio o la alegría), sino como una necesidad, lo que significa que para el cerebro se presenta en forma muy similar como aparece el hambre, por lo que en consecuencia según estos estudiosos, el amor es una necesidad humana.


A pesar de lo anterior, nos surge otra interrogante:

En el año 2020, en esta modernidad que nos envuelve, cuando se ha logrado un desarrollo tecnológico sorprendente (Internet, Redes Sociales, etc.), con un ritmo de vida frenético, en donde la búsqueda del “éxito” profesional y los satisfactores materiales (que exige un entorno consumista), parecieran ser las únicas finalidades de la vida, en donde los placeres momentáneos y el “ahora”, invaden el “espíritu” principalmente de las nuevas generaciones, en un entorno donde se buscan más “conexiones por internet” que verdaderas relaciones humanas, pues las primeras no requieren de implicación ni compromiso, y si las “conexiones” no satisfacen, podemos simplemente apretar la tecla “suprimir” para olvidarnos de ellas… En estos contextos, a los que debemos ahora agregar la pandemia del COVID 19 y todas las consecuencias que hasta el momento ha acarreado ¿aún podemos hablar de la necesidad del amor?


¿Aún será válida la afirmación de que el amor es el fundamento de la verdadera felicidad?

¿Tendrá razón el autor Erich Fromm, cuando afirmó que el amor, no es algo pasajero y mecánico (como a veces nos induce a creer la sociedad actual) sino muy al contrario, el amor es un arte, el fruto de un aprendizaje que da sentido a la existencia humana?


¿O estaremos ante una revolución del sentimiento humano, en donde el amor se ha vuelto “líquido” como lo considera el sociólogo polaco Zygmunt Bauman, en su obra “Amor líquido”, donde analiza la fragilidad de los vínculos humanos, cuando describe el tipo de relaciones interpersonales que se desarrollan en la posmodernidad, caracterizadas por la falta de solidez, calidez y por una tendencia a ser cada vez más fugaces, superficiales, etéreas y con menor compromiso?


¿Sería acaso pertinente preguntarnos si el amor podría ser un medio, un instrumento, un apoyo que coadyuve para que podamos enfrentar la pandemia del COVID 19 y sus consecuencias? Si ustedes me dan su anuencia, la respuesta a estas interrogantes la encontrarán en el próximo número de la revista.


Afectuosamente….


bottom of page