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Cómo enfrentar la pandemia


Si lo recuerdan, concluimos nuestro artículo anterior, formulando una interrogante:

¿Podría el AMOR (considerado por Max Scheler como un valor de “nivel más alto”), servir como un medio, un apoyo, para enfrentar la pandemia de Covid 19 y sus consecuencias?

A la fecha, desafortunadamente, la pandemia continúa con fuerza de contagio preocupante: 87,270, 472 personas a nivel mundial y han habido más de 1,868,586 lamentables fallecimientos.

El confinamiento y el distanciamiento social continúan y la disminuida actividad económica ha provocado una gran recesión por todo el planeta.


Sin embargo… hace pocas semanas se recibió una esperanzadora noticia: se aprobó por las autoridades de la Organización Mundial de la Salud y por las de diversos países, la aplicación de las primeras vacunas ¡contra el virus! Adicionalmente, en diversos centros de investigación (Laboratorios, Universidades, Centros Hospitalarios, a nivel mundial), se han estado probando medicamentos de diversa índole que han tenido resultados alentadores para combatir el virus. Así, el mundo por primera ocasión en muchos meses, comenzó a recobrar la esperanza, el optimismo de que la ciencia, por fin, empieza a mostrar que cuenta con las herramientas y capacidades para poder enfrentar al nuevo y desafiante flagelo.


¡Gran proeza! hay que reconocer, que en tan poco tiempo, los científicos de varias partes del mundo realizaron los estudios y las pruebas necesarias para lograr obtener lo que todo el mundo confía en que sean el remedio para ir erradicando el devastador virus, y con ello, evitar que pudiera cumplirse el pronóstico del gran físico teórico inglés Stephen W. Hawking, quien vaticinó que el fin de la humanidad podría ser a causa de un virus.


Por lo que se refiere a la vacunación, ya inició en varios países del mundo: primero están siendo protegidos quienes a diario enfrentan a la pandemia (médicos y personal sanitario de todos los niveles), posteriormente serán vacunados las personas adultas mayores y más tarde, serán protegidas las demás generaciones.

Con referencia a otros medicamentos, ya se han reportado casos de éxito, por lo que afortunadamente, se tienen así varias posibilidades para detener la pandemia.


Es obvio que se requiere tiempo (varios meses), para lograr el objetivo de vacunar o dar medicación a todos los habitantes de nuestros países. Mientras tanto, debemos continuar siendo muy pacientes y cumplir cabalmente con las estrictas medidas sanitarias, incluyendo el desgastante confinamiento que tantos trastornos ha ocasionado.


Por lo anterior, la pregunta sigue vigente:

  • ¿Durante el lapso en que ha transcurrido la pandemia y el tiempo en que aún estará presente, ha ayudado y servirá de algo el amor?

  • ¿Hemos tenido el ánimo de demostrar y/o de recibir amor, durante los largos meses en que hemos padecido la pandemia?

  • ¿El encierro, el distanciamiento social, el miedo al contagio, nos ha transformado y por consecuencia… estamos alejando al amor?

  • O precisamente… ¿Este forzado confinamiento, esta súbita separación, esa imposibilidad de estar con quienes deseábamos tener a nuestro lado…nos hace requerir más urgentemente al amor?

En respuesta, estimados lectores debo decir que, considero que precisamente desde el inicio de la pandemia y ahora en esta nueva etapa de la misma, lo único que nos ha ayudado a enfrentarla, ha sido y será el AMOR… Sí, sí ¡el amor! -Considerado como la virtud que representa toda la bondad, todo el afecto y la compasión de lo que es capaz el ser humano.

Si no hubiera estado presente el amor ¿cómo podríamos explicar el que cientos de personas se han sacrificado para salvar a otras? Todos hemos tenido conocimiento de actos que pueden ser calificados como de enorme bondad, cuando por ejemplo muchos médicos, personal sanitario y personas de la sociedad civil, arriesgaron y perdieron sus vidas para que otros se salvaran.


En México, quedé conmovido cuando supe hace unos días, que un joven doctor ( 43 años) por atender a decenas de pacientes contagiados por Covid 19, infortunadamente semanas después contrajo la infección, y por consecuencia se aisló en su hogar (por unos cuantos días), hasta el momento en que la enfermedad avanzó y tuvo la imperiosa necesidad de solicitar atención hospitalaria, en una clínica del sector gubernamental, en donde encontró a otros muchos pacientes que esperaban turno para ser atendidos. Este joven médico, pudo hacer saber al personal del hospital que era doctor y que pertenecía a la misma institución gubernamental a la cual ahora acudía, con lo cual seguramente, podría ser atendido en forma prioritaria, pero sin embargo, responsable y éticamente decidió esperar su turno, pues había algunos otros enfermos que habían llegado antes y también solicitaban ser internados.


Pasaron un par de horas y cuando ya le tocaba su turno para ser hospitalizado, arribó al hospital una mujer de mediana edad, llorando porque su madre, a la que casi cargaba en sus brazos, se encontraba delicada y requería ser internada con prontitud. El personal del hospital, le informó a la mujer que tenía que “esperar su turno” (como lo habían hecho todos los otros pacientes) y porque además…el joven doctor que había estado esperando pacientemente, también requería ser hospitalizado.


El médico, al presenciar lo acontecido, en una muestra de enorme generosidad, y a pesar de que había estado esperando pacientemente su turno y de que él también se sentía muy enfermo, manifestó al personal sanitario que gustoso cedía su lugar a la anciana mujer, y que él continuaría esperando para la siguiente oportunidad…


Le agradecieron su noble actitud y con rapidez llevaron a la anciana a su internamiento y oportuna atención.

Aproximadamente 45 minutos después, la misma enfermera que había llevado a la anciana para ser atendida, retornó al área de espera del hospital donde se encontraba el médico para avisarle con alegría que ¡por fin, por fin! ya podía ser atendido, pues había una cama disponible. El joven doctor, seguía en la sala de espera… pero lo encontraron muerto…


Esta es una muestra… solo una… de un acto sublime de amor ¡De amor al prójimo! Se actualiza aquí la afirmación de Nietzsche, cuando aseguró:” Cuando se tiene un porqué, se soportan todos los cómos”.

En efecto, el amor (como virtud), tendrá manifestaciones sublimes como la que hoy he relatado y que aconteció hace dos semanas, acá en mi país México… Estoy seguro, que también han acontecido acciones similares en varias partes del mundo, aunque quizá nunca las conozcamos…pero donde el amor, ha hecho que los hombres comunes, se eleven espiritualmente a alturas insospechadas.


Por ello, estimados lectores, reitero convencido que la única forma de enfrentar la pandemia, es con AMOR… a nuestros padres, a nuestros hijos, a familiares, a nuestra esposa(o), pareja, amigos… a nosotros mismos…y en última instancia… ¡AMOR A LA VIDA MISMA!


Efectivamente ¡bastará con el amor a la vida misma! A ese milagro, a esa oportunidad irrepetible que se nos ha dado de estar vivos….pues si lo meditan, bien pudimos no haber recibido la vida, pudimos no haber nacido… pudimos NO HABER EXISTIDO… (Esta interrogante se hace vigente en el pensamiento del filósofo Martín Heidegger cuando señaló: ¿Por qué hay algo y no más bien nada?


Luego entonces, pudimos “quedarnos en la nada”… pudimos no existir... sin embargo, nos fue otorgado el regalo de la existencia, la vida, para desplegarla en todas sus potencialidades y con intensidad (si así nos lo proponemos), con sus alegrías y sinsabores, con éxitos y las enseñanzas de los fracasos, apreciándola como un obsequio irrepetible… único… un instante en el tiempo infinito… que ¡nunca volverá!


¡De nosotros depende hacerla una experiencia maravillosa o un desperdicio para el cosmos!

Por ello, en circunstancias extraordinarias como esta pandemia que aqueja al mundo, se presenta una valiosa oportunidad de reencontrarnos con nosotros mismos, de revaluar nuestra escala de valores, de apreciar nuestros afectos y percatarnos de lo que en verdad tiene importancia en esta existencia. Se nos presenta también la oportunidad de poner en práctica la afirmación de Sócrates: “Una vida sin reflexión, no vale la pena vivirse”…


Así, como resultado de estas y algunas otras reflexiones, llegaremos indefectiblemente a sorprendernos y maravillarnos ¡DE ESTAR VIVOS!... Sí, vivos… aunque seamos pobres o ricos, jóvenes o viejos, con el color de la piel que la naturaleza nos haya entregado, aunque seamos infinitamente pequeños y esa vida sea un suspiro (cuando la comparamos con la inmensidad de la creación), y sin embargo, en esa infinita pequeñez, nos fue otorgado un instrumento, una herramienta extraordinaria… se nos dio la capacidad de PENSAR, de indagar, imaginar, reflexionar e inclusive de dudar: Cogito Ergo Sum (pienso, porque soy… como afirmó Descartes)…de soñar…y sobre todo, se nos dio la capacidad de AMAR…¡Y eso lo transforma y enriquece todo! -Sí…lo transforma todo, pues parafraseando a Octavio Paz: “El amor nos da la oportunidad, de vislumbrar por un instante, la eternidad”.


Por eso, también cuánta razón tuvo San Agustín de Hipona al sentenciar: ¡Ama y haz lo que quieras! Él sabía que con amor, no se puede dañar a nadie, sabía que por amor podemos soportar grandes sacrificios, sabía que el amor ennoblece al ser humano.


¡De ser inmensamente pequeños, el amor nos puede transformar en gigantes!

La única razón de la existencia, es el AMOR… Así lo afirmó Erich Fromm y yo coincido con él.

Por ello, estimados lectores, les invito a que por el bienestar de ustedes mismos, de sus seres más cercanos, de sus prójimos…para preservar en última instancia el tesoro de la vida misma… sigan enfrentando la pandemia con entereza, pero fundamentalmente con AMOR.


Si llegaren momentos de desánimo, ansiedad, miedo, tristeza o soledad, recurran a lo que aconsejó el poeta Gutiérrez Nájera: “El consuelo, es acordarse de las horas bellas y alzar los ojos para ver el cielo, cuando el cielo está azul o tenga estrellas”.


Ánimo, tengan fe en que pronto, muy pronto, al fin, podremos demostrarnos… ya no virtualmente como lo hemos venido haciendo en los últimos meses…sino presencialmente… ¡cuánto nos amamos, los unos a los otros!

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